Bitacora de grabación. Tierra fría
Aquí en Sonsón, en el páramo Antioqueño las nubes andan todo el día cambiando el horizonte, cubriendo y descubriendo las cumbres de las montañas circundantes.
Queda lejos la capital Medellín aunque todo cabe en estos Andes inmensos, las ciudades, los páramos, los caminos laberínticos, las veredas a la altura de las nubes.
La cámara descansa, ultimamente anda con problemas como cansada de encenderse y apagarse, como cansada de una especie de reproche por la inaprensibilidad de las cosas, porque la cámara registra pero la percepción requiere de un montón de interacciones sutiles que no dependen sólo de lo audivisual y hasta en ese campo nos vemos muy limitadas.
Intentar registrar lo que es experiencia, vivencia, es una tentación constante y sin embargo parece que no es el trabajo, que el trabajo es mostrar lo externo, si es que fuera externo, que tampoco lo es, lo de otras personas, si es que fueran totalmente otras, que tampoco lo son y ¿entonces?.
Tal vez lo mejor sería tener un buen guión o una teoría que demostrar en lugar de este intento de vivir-contar en el que nada está diferenciado, o simplemente no vacilar ante la indefinición, el caos, las sincronicidades, todo aquello que nos conduce sin esfuerzo, aunque a veces, como en el día de hoy, una se sienta un poco fuera de contexto, fuera de todo y piense en un esquema y lo deseche...simplemente porque es un pensamiento y el esquema no está aquí pero las calles sí y el cielo húmedo del invierno antioqueño y la presencia del maiz constante y los fantasmas, todo está presente.
Reflexionamos mientras grabamos...¿Cómo no robar almas cuando la cámara es un objeto tan escaso y elitista en estas veredas?...podría consistir en ser plenamente conscientes de nuestra presencia, del momento único del que somos parte, en lugar de percibirnos como algo externo. Sentir que no hay dos espacios "a un lado y al otro lado de la cámara", con sus actores en cada lugar, sino algo real que realizar en común.